miércoles, 2 de enero de 2008

Empecemos, hermanos...

"Empecemos, hermanos, que hasta ahora poco o nada hemos hecho"
(Francisco de Asís al final de su vida)

¿Quién no se se ha hecho algún propósito al comenzar un nuevo año? La llegada del año nuevo es como un cuaderno en blanco que nos regalan, lleno de oportunidades. ¡Cuántas cosas hermosas podríamos escribir en él!

Ocurre, sin embargo, que empezamos con muy buen ánimo, esperando perseverar en la tarea, mas luego van pasando los días y el entusiasmo decae por mil motivos, y lo que parecía un camino de rosas se convierte en una escalada dura y casi imposible.

He dicho "mil motivos" porque siempre achacamos la culpa a mil problemas; pero la causa de nuestros fracasos, en realidad, es una sola, como nos explica San Pablo en su carta a los cristianos de Roma (Romanos 7,18-25a):

Hermanos: Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos. En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. En resumen: yo, de por mí, por un lado, con mi razón, estoy sujeto a la ley de Dios; por otro, con mi carne, a la ley del pecado. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias.
Ese es el mayor obstáculo contra nuestros buenos propósitos: el pecado que hay en nosotros. Eso es lo que nos impide hacer el bien que queremos y nos empuja a hacer el mal que detestamos. Y contra ese mal, porque la fuerza del pecado es superior a nuestras pobres fuerzas humanas, sólo hay un remedio que pueda librarnos: Dios, por medio de su Hijo Jesucristo.
En consecuencia, si de verdad queremos perseverar en los buenos propósitos de este comienzo de año, no tendremos más remedio que contar con nuestro querido Maestro, Señor y Libertador Jesucristo. Sólo con su apoyo, con el don de su gracia, con la fuerza de su Espíritu, podremos salir victoriosos en la empresa. Con él lo podemos todo; sin él nada podemos. Pero algo hay que poner también de nuestra parte: la constancia. Si nos dejamos guiar por sus enseñanzas, si desfallecer, iremos bien encaminados; si nos alejamos de ellas, flaquearemos e iremos a parar directamente al fracaso más rotundo.
Pidamos al Señor, al comienzo de este nuevo año, que aumente no sólo nuestra fe y los buenos propósitos, sino también la fuerza de voluntad y la constancia necesaria para sacarlos adelante, porque, "si perseveramos salvaremos nuestras almas", como nos ha dicho Jesús.
Paz y bien.

2 comentarios:

FRAY JACOBA dijo...

¿¿Fray Masseo es Fray Tomás?

Unknown dijo...

"todo lo puedo en Cristo que me fortalece"



Buen comienzo de año.
Paz y Bien...